La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), atribuye a la ganadería, la emisión a la atmósfera de un 14,5% de gases de efecto invernadero. Dato éste que discuten expertos y observadores del aire. Nada hay bajo el sol que contamine CERO.
Y si hay una cara B, escuchemos la cara A del disco, ya que existen apabullantes evidencias científicas sobre sus beneficios; pasando por el mantenimiento de paisajes, la biodiversidad, o el mayor valor de los productos de ganadería extensiva como generadores de empleo rural.
Si el cambio climático de origen antropogénico tiene 200 años, pero los pastores llevan ejerciendo su oficio nada más y nada menos que 10.000 años, está claro que el pastoreo puede ser parte de la solución hacia la transición ecológica, sostenible; así como fuente de un consumo moderado y responsable de productos.
EL Proyecto Live Life Adapt será el compañero de viaje imprescindible para ayudar a agricultores y ganaderos a poner en prácticas métodos y técnicas en el manejo del ganado y explotación de granjas, más acordes con el escenario que plantea el cambio climático.
La vida de nuestras ciudades se estancaría de no ser por los bosques y sus habitantes; se troncha el alma cuando no hay soto florido ni huellas de animal a la vista. Lo ancestral está en el medio de nuestra propia existencia, el manejo de los tiempos y la santa paciencia del campesino que baila al ritmo de las estaciones. Estaciones, por cierto cada vez más caprichosas, de ciclos más cortos. Y es que el cambio climático acecha, como acechaba el lobo feroz.
No deja de ser un milagro comprobar que gracias a la ganadería extensiva, ovejas y cabras se usan como herramienta cuando salen a coger primaveras y relimpian el campo de castañas, bellotas, brezos y gamonas, planta que si cuaja del flores blancas su tallo, anuncia buen año.