No habrá mayor guerra exterminadora que el hambre o la eclosión ambiental. De manera que hemos pasado de las bombas explosivas a las bombas pacíficas o “bombas de semilla”. Un viaje que sólo alguien muy atento al latido de la tierra pudo llevar a cabo con éxito: el biólogo, agricultor y filósofo japonés Masanobu Fukuoka
Se preguntarán ¿qué pinta este señor en todo esto? Para empezar, alertó desde bien temprano, de los peligros que suponía la agronomía moderna, con agresivas técnicas que dejaban agotada la tierra y hacían tambalear el ecosistema. Fue ni más ni menos que el promotor de un nuevo método de cultivo conocido como “agricultura natural” con el que buscaba, por igual, el cuidado de la Tierra y de las personas para obtener un rendimiento justo.
Uno de los inventos creados por Fukuoka, las “bombas de semilla”, constituye a día de hoy, uno de los pilares básicos en la regeneración y buena salud del suelo. Poniendo su sabiduría al servicio del buen cuidado de la tierra y las personas, el científico japonés, se adelantó a la llamada de atención por el cambio climático.
Su método defiende la mínima intervención, la dependencia de maquinaria, abonos y pesticidas; tratando de reproducir lo más fielmente posible las condiciones naturales de la tierra. Algunos de sus mandamientos fueron: no arar, no podar, no usar pesticidas ni herbicidas, no quitar malas hierbas, y como medida estrella de su liturgia natural desarrolló las bombas de semilla.
Es una técnica de cultivo sencilla, económica y eficiente a la hora de reforestar suelos. Los agricultores ya están familiarizados con estas bolas de arcilla, que contienen una mezcla de semillas de plantas aromáticas, hortalizas, cereales o árboles; además de las semillas del cultivo en cuestión, siempre autóctonas más abono natural como el humus.
Esta técnica de buena práctica es una de las que se está llevando a cabo en Valdepajares de Tajo, primer área privada de interés ecológico de Extremadura. Un ejemplo de finca saludable.
BA PRODIGIOSA